Me dejo caer por Las Tablas buscando algún motivo que difiera de la abominable actualidad política y me obligue a hablar sobre ellas.
El paseo calmo, de medidos y cortos pasos, como a cámara lenta para no espantar a nadie, no quiero perderme ni un detalle, entrecorto la respiración y siento que es la alegría quien me lleva.
Y sin embargo nada encuentro que me entretenga; ni en las solitarias pasarelas; ni en los miradores de la Laguna Permanente; ni en los contrarios de Prado Ancho me ha mostrado las aves sus encantos si no cito a la cerceta carretona que llevada por la urgencia del miedo a mi presencia se ha volado ante mis ojos más allá de donde yo quisiera.
Apoyado en el lado oeste de un nicho me he dejado mecer por el inconmensurable silencio que mecía la tarde parsimoniosa. He sentido el calor desconcertante en mi espalda como una llamarada y he clamado al dios Helios respuestas a las preguntas que los reflejos bailarines dejaban en el agua.
_Soy eterno a vuestra memoria, acaso, a pesar de negarme como astro supremo, de nombrarme de mil modos, no actué siempre igual, con la misma fuerza.
Sin negarle la razón asentí sin dejar de mirar al horizonte marcado en los pliegues que sus rayos dibujaban en la sierra.
Absorto sentí su tono de voz más áspero, como de queja.
_Sois por mi y ya es hora de que echéis cuentas. Me habéis adorado, construido templos imposibles para recogerme y que mi luz os guiase cuando os cegasen las tinieblas, y temo que después de este tiempo suficiente no entendisteis aún como el ciclo de la vida se repite sin importar quienes habitan la tierra.Echad cuentas.
Con esas últimas palabras cubriéndome la cabeza me volví a casa.
Pocas veces he caminado por Las Tablas con tanta paciencia, sin la necesidad de encontrar algo que llevarme a la cámara, como quien nada espera.
Los últimos rayos de sol se repartían debilitados entre las ramas sedientas de los árboles, miré al cielo vacío por encima de sus copas y la ligera brisa que corría tarareaba una canción que decía: Echad cuentas.