6 mar 2012

Espacio abierto, espacio cerrado.

Las aves comenzaron, con la celeridad que está imponiendo esta primavera, a delimitar el espacio en el que cada familia pretende seguir el ciclo vital de la reproducción, de la supervivencia.
Abajo, un pedazo de tierra acotado por el que pelearán hasta la muerte si fuese necesario. 
Arriba, un cielo abierto hasta el infinito en el que algunas especies han trazado unas coordenadas dentro de las que no permiten  otros vuelos que los propios.
Ni el de la garza real que se puede comer los huevos, ni el temible aguilucho que devorará sus polluelos son bienvenidos al espacio  que las gaviotas reidoras han elegido para el emparejamiento.