2 jul 2010

Medicina para el alma.

Hacía semanas que no visitaba Las Tablas. Los motivos han sido que estoy entusiasmado con la laguna de Navaseca. Discúlpenme quienes se sientan molestos con mi desatención hacia el Parque Nacional. Éste necesita un tiempo para su recuperación y aunque no se puedan comparar los espacios, hoy por hoy la laguna de Navaseca ofrece un espectáculo a la vista y los sentidos inigualables pues cientos de aves acuáticas  están desarrollando sus ciclos con normalidad y el hecho de poder ver a unos pocos metros de distancia como las aves acercan la comida a los tiernos y frágiles picos de sus polluelos me tienen absorto horas y horas.
Estos días pasados hemos tenido la visita de unos familiares y la visita al Parque ha sido ineludible. Han comentado la impresión que causa una tierra tan llana en la que las carreteras se hacen monótonas rectas interminables flanqueadas hasta perderse en el horizonte por vides y campos ya segados de cereales que se estrellan sin remisión en un cielo azul intensísimo. 
Sin palabras se queda el visitante cuando, después del breve preludio que supone el Guadiana en Molemocho, se topa río con el oasis del Parque Nacional Las Tablas de Daimiel. Hay que parar el coche, hay que bajar, hay que pellizcarse, ¡Esto es real?
Por el itinerario amarillo nuestros acompañantes han podido disfrutar de un paseo en el que se contempla la casi totalidad del este espacio. La suave temperatura de la mañana, el interminable canto de las aves, la atenta observación de cualquier elemento que nos llame la atención tratando de identificarlo. La contemplación pausada de un espacio tan sorprendente han hecho que las tensiones se olviden, los problemas parezcan menores y que la emoción ante el esplendor que aquí en Las Tablas muestra la maravillosa naturaleza resulte tan relajante que nuestros familiares han convenido conmigo de que el paseo ha resultado la mejor medicina para el alma.
Hay que andar raudo para cazar al vuelo al inquieto fumarel cariblanco. Su peculiar vuelo con la cabeza agachada, sus picados hasta posarse en el agua y capturar su sustento son característicos de estas aves que aunque llegan a volar bastante cerca de los  transeuntes por su constante movilidad resultan difíciles de seguir.
El vuelo de la garceta común es más previsible: en linea recta hacia sus destinos. Si la altura a la que vuela no es muy grande se la puede seguir a  través del visor y conseguir alguna imagen aceptable.
El elemento sorpresa puede aparecer en cualquier momento. Este maravilloso ejemplar de avetorillo se mantuvo unos segundos en el tronco seco. Justo para hacer un par de fotos. Si no salen bien es posible que no haya otra ocasión.
A Las Tablas siguen llegando visitantes por cientos. El espectáculo que supone  ver este controvertido espacio con agua es un reclamo ineludible. El año que viene habrá pasado la fiebre, el turismo de rutas organizadas, el que visita el Parque como quien va a un museo o a un zoo tenderá a disminuir; darán por hecho que ya está salvado. Serán los visitantes más amantes de la naturaleza quienes vengan buscando la vida que debe surgir en un humedal, y, tendrán suerte porque el Parque Nacional Las Tablas de Daimiel estará desbordado de vida.