Estas preciosas aves que hoy muestro con su plumaje más exuberante tuve la suerte de verlas el pasado mes de julio cuando, supongo, volvían de su periplo africano en dirección a las tundras del norte asiático donde suelen criar.
Otras migradoras he podido contemplarlas durante unos pocos días y suele ser fácil verlas en nuestros humedales reponiéndose de los largos trayectos que realizan; miles de kilómetros en los que emplean meses,pero esta pareja, aún con su plumaje nupcial, sólo me permitieron dos fotografías, y a volar.
Otras migradoras he podido contemplarlas durante unos pocos días y suele ser fácil verlas en nuestros humedales reponiéndose de los largos trayectos que realizan; miles de kilómetros en los que emplean meses,pero esta pareja, aún con su plumaje nupcial, sólo me permitieron dos fotografías, y a volar.
Estas secuencias duran unos segundos por lo que la preparación del equipo debe ser anterior ya que el elemento sorpresa es recíproco: tan sorprendidos quedan las aves, como se puede entender por su mirada, como quien pretende la fotografía que ante lo inesperado sólo tiene décimas de segundo para encuadrar y enfocar, por tanto, si otros parámetros como la velocidad y la abertura de diafragma no están controlados de antemano el documento gráfico no existirá.
Es fácil de suponer que con objetivos de 600, 800, 1000 ó más mm. se las pueda observar sin que noten la presencia de un extraño y se sientan en absoluta libertad, pero en mi caso ocurre que con aves tan pequeñas a más de 10 ó 12 m. resulta muy complicado realizar una buena toma a no ser que al ave mi presencia le importe un bledo, y, debo decir que a veces ocurre, no me preguntéis porqué porque el primer sorprendido soy yo.