3 ene 2012

Correlimos Zarapitín

Estas preciosas aves que hoy muestro con su plumaje más exuberante tuve la suerte de verlas el pasado mes de julio cuando, supongo, volvían de su periplo africano en dirección a las tundras del norte  asiático donde suelen criar.
Otras migradoras he podido contemplarlas durante unos pocos días y suele ser fácil verlas en nuestros humedales reponiéndose de los largos trayectos que realizan; miles de kilómetros en los que emplean meses,pero esta pareja, aún con su plumaje nupcial, sólo me permitieron dos fotografías, y a volar.
Estas secuencias duran unos segundos por lo que la preparación del equipo debe ser  anterior ya que el elemento sorpresa es recíproco: tan sorprendidos quedan las aves, como se puede entender por su mirada, como quien pretende la fotografía que ante lo inesperado sólo tiene décimas de segundo para encuadrar y enfocar, por tanto, si otros parámetros como la velocidad y la abertura de diafragma no están controlados de antemano el documento gráfico no existirá.
Es fácil de suponer que con objetivos de 600, 800, 1000 ó más mm. se las pueda observar sin que noten la presencia de un extraño y se sientan en absoluta libertad, pero en mi caso ocurre que con aves tan pequeñas a más de 10 ó 12 m. resulta muy complicado realizar una buena toma a no ser que al ave mi presencia le importe un bledo, y, debo decir que a veces ocurre, no me preguntéis porqué porque el primer sorprendido soy yo.